Hace ya tiempo que Alicia no visita el País de las Maravillas: en el centro de desintoxicación no le permiten probar el ácido. Mientras tanto, Dorothy se ha visto obligada a quedarse a vivir en Oz como esclava sexual, y Peter Pan, que se ha olvidado de volar, cobra un extra por mamarla sin goma.
Yo en sólo un par de horas me entero de los problemas de la menopausia y la importancia de la leche con calcio, de que unos fundamentalistas con turbante han volado un autobús escolar, y de que Belén Esteban ha salido hoy a hacer la compra; «A mi hija no la saques ¿entiendes?» ha apostillado ella.
Creo que prefiero internet: irónicamente, ahí me preguntan si tengo dieciocho años antes de enseñarme fotos de desnudos.
27.12.04
24.12.04
[Microrrelato] Ciento cincuenta mil habitantes
Paseaba y pensaba: «Lo malo de las cuidades pequeñas es que es imposible que tu alma gemela viva en la misma que tú». Se cruzó con ella tres veces, vistiendo diferentes cuerpos.
He estado dándole vueltas al coco, y creo que me gustaría escribir mini (o micro) relatos de vez en cuando. Voy a ir intentándolo por aquí, a ver qué pasa. No me crucifiquéis, estoy aprendiendo :)
11.12.04
Opiniones enlatadas
Últimamente me estoy dando cuenta de que hay demasiada gente con la que es absolutamente decepcionante tratar de mantener una tertulia que valga la pena; es cierto que también tengo la suerte de contar con personas con las que conversar resulta edificante, pero por desgracia no son mayoría.
En demasiadas ocasiones, las opiniones que escucho no parecen el fruto de una reflexión profunda ni de un análisis de los valores en los que se cree, sino más bien el patético recital de un loro que se limita a repetir lo que escucha. Es innegable que las interpretaciones de la realidad que hacen los medios de comunicación o los gurús de turno son importantes a la hora de formarse una opinión, pero si nos olvidamos de la reflexión y la búsqueda de conclusiones propias nos habremos dejado la mitad del trabajo por hacer.
En cierto modo, no es extraño que esto ocurra: vivimos inmersos en una cultura donde el «usar y tirar», el «calentar y listo» y el «no me compliques la vida» son valores imperantes. Si las ideas vienen en latas, estupendo; y si además se distinguen por colores (rojas para unos, azules para otros y alguna verde para dar variedad), mejor que mejor. Después, a los que nos gusta cocinar nuestras propias ideas en lugar de comernos las de la lata se nos suele decir que pensamos demasiado, lo que no me preocupa mucho porque «pensar demasiado» me parece casi casi un oxímoron.
Pero vamos, me guste o no las opiniones vienen en latas, y a este paso llegarán pronto a los comercios. Casi me puedo imaginar al «ciudadano medio» en el súper comprando unos canelones precocinados, dos latas rojas de opinines y, ya puestos, cuatro lonchas de personalidad. Le van a hacer falta.
En demasiadas ocasiones, las opiniones que escucho no parecen el fruto de una reflexión profunda ni de un análisis de los valores en los que se cree, sino más bien el patético recital de un loro que se limita a repetir lo que escucha. Es innegable que las interpretaciones de la realidad que hacen los medios de comunicación o los gurús de turno son importantes a la hora de formarse una opinión, pero si nos olvidamos de la reflexión y la búsqueda de conclusiones propias nos habremos dejado la mitad del trabajo por hacer.
En cierto modo, no es extraño que esto ocurra: vivimos inmersos en una cultura donde el «usar y tirar», el «calentar y listo» y el «no me compliques la vida» son valores imperantes. Si las ideas vienen en latas, estupendo; y si además se distinguen por colores (rojas para unos, azules para otros y alguna verde para dar variedad), mejor que mejor. Después, a los que nos gusta cocinar nuestras propias ideas en lugar de comernos las de la lata se nos suele decir que pensamos demasiado, lo que no me preocupa mucho porque «pensar demasiado» me parece casi casi un oxímoron.
Pero vamos, me guste o no las opiniones vienen en latas, y a este paso llegarán pronto a los comercios. Casi me puedo imaginar al «ciudadano medio» en el súper comprando unos canelones precocinados, dos latas rojas de opinines y, ya puestos, cuatro lonchas de personalidad. Le van a hacer falta.
1.12.04
El cisma que viene
Cada vez es más frecuente escuchar improperios de marcada ideología reaccionaria de boca de los señores obispos y cardenales o de nuestro amadísimo Papa, tanto que ya nadie se sorprende. A mí, como a mucha otra gente, me hacen bastante gracia todas estas cosas cuando las escucho, por su anacronismo y su a veces patética falta de lógica; «es indudable que» jamás ha sido ni será un argumento de peso, y punto.
Pero la verdad es que reconozco que también me incomoda un poco escuchar estas cosas: me considero cristiano, aunque visto lo visto parece que soy cada vez menos católico. Este hecho no dejaría de ser una más de mis rarezas (léase «incoherencias» si se viene con ánimo de fastidiar) si sólo me ocurriera a mí; pero lo cierto es que entre los (pocos) creyentes sesudos, racionales y críticos es algo que se está notando cada vez más.
Ser creyente no es incompatible con tener una mentalidad abierta, aceptar el sexo y las sexualidades, luchar contra el machismo en la Iglesia y mil cosas más. Más bien diría que muchos creyentes sentimos verdadera vergüenza cuando escuchamos la colección de absolutas imbecilidades con las que periódicamente nos deleitan las personas que teóricamente deberían representarnos.
Es por esto que cada vez me parece más probable que se llegue a algún tipo de cisma. La Iglesia no puede seguir con esta incompatibilidad consigo misma indefinidamente: algo tendrá que ocurrir, y sin ser demasiado agorero casi puedo decir que me temo una dolorosa, profunda, agitada y acalorada escisión en algún momento.
Sea como sea, tampoco me resultaría demasiado difícil elegir en qué lado quedarme; al fin y al cabo, tal y como están las cosas dudo mucho que Cristo quisiera ser católico, apostólico y romano.
Pero la verdad es que reconozco que también me incomoda un poco escuchar estas cosas: me considero cristiano, aunque visto lo visto parece que soy cada vez menos católico. Este hecho no dejaría de ser una más de mis rarezas (léase «incoherencias» si se viene con ánimo de fastidiar) si sólo me ocurriera a mí; pero lo cierto es que entre los (pocos) creyentes sesudos, racionales y críticos es algo que se está notando cada vez más.
Ser creyente no es incompatible con tener una mentalidad abierta, aceptar el sexo y las sexualidades, luchar contra el machismo en la Iglesia y mil cosas más. Más bien diría que muchos creyentes sentimos verdadera vergüenza cuando escuchamos la colección de absolutas imbecilidades con las que periódicamente nos deleitan las personas que teóricamente deberían representarnos.
Es por esto que cada vez me parece más probable que se llegue a algún tipo de cisma. La Iglesia no puede seguir con esta incompatibilidad consigo misma indefinidamente: algo tendrá que ocurrir, y sin ser demasiado agorero casi puedo decir que me temo una dolorosa, profunda, agitada y acalorada escisión en algún momento.
Sea como sea, tampoco me resultaría demasiado difícil elegir en qué lado quedarme; al fin y al cabo, tal y como están las cosas dudo mucho que Cristo quisiera ser católico, apostólico y romano.
22.11.04
Madurez retrasada
Últimamente ando reflexionando acerca de una crisis que creo que todos los estudiantes universitarios sufren en algún momento de su formación. Como no me he molestado en documentarme correctamente por si existen estudios serios, he decidido tomarme la libertad de llamarla simplemente «síndrome de la madurez retrasada».
A todos nos pasa. Llega un día en el que uno se da cuenta de que va cumpliendo años por encima de la veintena y su vida es prácticamente igual que cuando tenía dieciocho: universidad, amigos, vivir en casa de los padres y pedir paga semanal. Sin embargo, su mentalidad ya no es la de alguien que acaba de alcanzar la mayoría de edad sino la de un adulto en toda regla, con su sentido de la responsabilidad, sus neuras y su necesidad de construir una vida para sí.
Pero no hay manera, oiga; tal y como están los planes de estudio y la situación del mercado laboral, es imposible ser un flamante ingeniero autosuficiente antes de los veinticinco. Y cómo jode.
Detesto tener que pedir la paga, no ser capaz de costear mi propio sustento y, en definitiva, no ser el último responsable de mi vida. Sé que mis padres entienden que estoy estudiando y no tienen inconveniente en darme el apoyo económico que necesito, pero creo que está llegando el punto en que para sentirme bien conmigo mismo desearía que esa responsabilidad cayera sobre mis hombros.
Quiero hacerme mayor de una vez; pero de verdad, con quebraderos de cabeza y malabarismos para llegar a fin de mes incluidos. Al fin y al cabo, cada vez me cuesta más soportar esta situación en la que no sé si es la madurez la que llega pronto o la vida la que llega tarde.
A todos nos pasa. Llega un día en el que uno se da cuenta de que va cumpliendo años por encima de la veintena y su vida es prácticamente igual que cuando tenía dieciocho: universidad, amigos, vivir en casa de los padres y pedir paga semanal. Sin embargo, su mentalidad ya no es la de alguien que acaba de alcanzar la mayoría de edad sino la de un adulto en toda regla, con su sentido de la responsabilidad, sus neuras y su necesidad de construir una vida para sí.
Pero no hay manera, oiga; tal y como están los planes de estudio y la situación del mercado laboral, es imposible ser un flamante ingeniero autosuficiente antes de los veinticinco. Y cómo jode.
Detesto tener que pedir la paga, no ser capaz de costear mi propio sustento y, en definitiva, no ser el último responsable de mi vida. Sé que mis padres entienden que estoy estudiando y no tienen inconveniente en darme el apoyo económico que necesito, pero creo que está llegando el punto en que para sentirme bien conmigo mismo desearía que esa responsabilidad cayera sobre mis hombros.
Quiero hacerme mayor de una vez; pero de verdad, con quebraderos de cabeza y malabarismos para llegar a fin de mes incluidos. Al fin y al cabo, cada vez me cuesta más soportar esta situación en la que no sé si es la madurez la que llega pronto o la vida la que llega tarde.
16.11.04
Autometablogging
Siempre he estado tentado de explicar por qué este weblog se llama «El Renglón Torcido», y no «El laboratorio turquesa» o «Mi pene es amarillo». Por ninguna razón en particular, parece que ha llegado el momento.
El realidad yo quería que esto se llamara «Pensamiento oblongo», pero no me quedaba bien la URL (y oblongo.blogspot.com estaba cogida); sea como sea, y en un nivel de abstracción suficientemente alto, da casi lo mismo porque ese título no se diferencia mucho de «El Renglón Torcido».
Al fin y al cabo los dos hacen referencia a lo que soy, o lo que quiero ser, o ninguna de las dos cosas o una combinación de todo eso. Supongo que soy bastante raro y que mis ideas fluyen de una forma un tanto peculiar.
Es por ello que pienso que soy un poco oblongo, ni redondo ni cuadrado; o un poco torcido, como estorbando un poco a los de arriba y un poco a los de abajo. Aunque bien mirado, puede que no sea tan especial, sino sólo alguien que piensa demasiado.
Saludos torcidos y oblongos a todos los geeks zurdos, creyentes, homosexuales, informáticos y músicos del mundo; supongo que ellos sabrán entenderlos.
El realidad yo quería que esto se llamara «Pensamiento oblongo», pero no me quedaba bien la URL (y oblongo.blogspot.com estaba cogida); sea como sea, y en un nivel de abstracción suficientemente alto, da casi lo mismo porque ese título no se diferencia mucho de «El Renglón Torcido».
Al fin y al cabo los dos hacen referencia a lo que soy, o lo que quiero ser, o ninguna de las dos cosas o una combinación de todo eso. Supongo que soy bastante raro y que mis ideas fluyen de una forma un tanto peculiar.
Es por ello que pienso que soy un poco oblongo, ni redondo ni cuadrado; o un poco torcido, como estorbando un poco a los de arriba y un poco a los de abajo. Aunque bien mirado, puede que no sea tan especial, sino sólo alguien que piensa demasiado.
Saludos torcidos y oblongos a todos los geeks zurdos, creyentes, homosexuales, informáticos y músicos del mundo; supongo que ellos sabrán entenderlos.
13.11.04
Pan y circo indoor
Ayer tuve la ocasión de presenciar un campeonato de trial indoor; no es que me entusiasme el tema pero me regalaban la entrada y aproveché la ocasión para ver qué tal era aquéllo en directo.
En el campo estrictamente deportivo, el evento estuvo muy bien: participantes con buen nivel, zonas de dificultades diferentes y, en general, una buena exhibición. Lo que sí que me llamó la atención fue el espectáculo que la organización nos había preparado para el intermedio.
Todo comenzó cuando aparecieron los y las gogós de la macrodiscoteca Pirámide. Esto no es tan sorpendente; al fin y al cabo, era uno de los principales patrocinadores y tenía derecho a su minuto de gloria. Pero después vino la parte divertida:
Desde unas plataformas que hay más arriba de las gradas, comenzaron a llover todo tipo de regalitos inútiles: horrendas gorras con el logotipo de nosequién, camisetas aunciando a otro, peluches deformes (¿o serían amorfos?) que representaban la marca de un tercero...toda una fiesta del merchandising, vamos.
¿Y cómo reaccionó el público? Como era de esperar: con gritos, codazos, empujones y demás desmesuras impropias de la edad de las personas -adultas- que abarrotaban el polideportivo. Y fue en ese momento cuando vi la luz: no hemos avanzado nada desde el imperio romano.
Allí me encontraba, con el circo en forma de carnes prietas y bien formadas bailando al ritmo de una música machacona, y el pan convertido en camisetas, gorras y peluches. No cabe duda de que, en pleno siglo XXI, seguimos necesitando nuestro sucedáneo de pan y circo.
En el campo estrictamente deportivo, el evento estuvo muy bien: participantes con buen nivel, zonas de dificultades diferentes y, en general, una buena exhibición. Lo que sí que me llamó la atención fue el espectáculo que la organización nos había preparado para el intermedio.
Todo comenzó cuando aparecieron los y las gogós de la macrodiscoteca Pirámide. Esto no es tan sorpendente; al fin y al cabo, era uno de los principales patrocinadores y tenía derecho a su minuto de gloria. Pero después vino la parte divertida:
Desde unas plataformas que hay más arriba de las gradas, comenzaron a llover todo tipo de regalitos inútiles: horrendas gorras con el logotipo de nosequién, camisetas aunciando a otro, peluches deformes (¿o serían amorfos?) que representaban la marca de un tercero...toda una fiesta del merchandising, vamos.
¿Y cómo reaccionó el público? Como era de esperar: con gritos, codazos, empujones y demás desmesuras impropias de la edad de las personas -adultas- que abarrotaban el polideportivo. Y fue en ese momento cuando vi la luz: no hemos avanzado nada desde el imperio romano.
Allí me encontraba, con el circo en forma de carnes prietas y bien formadas bailando al ritmo de una música machacona, y el pan convertido en camisetas, gorras y peluches. No cabe duda de que, en pleno siglo XXI, seguimos necesitando nuestro sucedáneo de pan y circo.
9.11.04
Felizmente abandonado
Llevaba años compartiendo mi vida con él. Le necesitaba a todas horas, y compartimos muchos momentos que por aquel entonces yo creía que serían inolvidables. Mis labios se habían acostumbrado a su sabor, y supongo que secretamente me traicionaban para obligarme a echarlo de menos.
No podía vivir ni con él ni sin él. Lo añoraba cuando no lo tenía, pero sabía que me estaba haciendo daño y que la situación no podía prolongarse eternamente. Supongo que es la vieja historia de siempre, pero ésta es más importante para mí -sobre todo porque es mi historia-.
No recuerdo exactamente cuándo me dejó, pero calculo que fue hace una semana. La verdad es que se marchó sin despedirse, sin hacer ruido, y ahora me alegro de que así fuera. Reconozco que nunca creí que lo iba a echar tan poco de menos.
Tanto tiempo queriendo dejar de fumar, y de repente es el tabaco quien me abandona; ya no lo deseo, ni quiero saber nada de él. ¿Habrá hecho efecto el libro de autoayuda que, por miedo (sí, el fumador teme dejar de fumar), abandoné sin terminar de leer?. Sea como sea, bendito abandono.
No podía vivir ni con él ni sin él. Lo añoraba cuando no lo tenía, pero sabía que me estaba haciendo daño y que la situación no podía prolongarse eternamente. Supongo que es la vieja historia de siempre, pero ésta es más importante para mí -sobre todo porque es mi historia-.
No recuerdo exactamente cuándo me dejó, pero calculo que fue hace una semana. La verdad es que se marchó sin despedirse, sin hacer ruido, y ahora me alegro de que así fuera. Reconozco que nunca creí que lo iba a echar tan poco de menos.
Tanto tiempo queriendo dejar de fumar, y de repente es el tabaco quien me abandona; ya no lo deseo, ni quiero saber nada de él. ¿Habrá hecho efecto el libro de autoayuda que, por miedo (sí, el fumador teme dejar de fumar), abandoné sin terminar de leer?. Sea como sea, bendito abandono.
1.11.04
¿Qué pasa con la medicina?
Hay cosas de este mundo que no entiendo. Cada vez luchamos mejor contra el cáncer y nos vamos acercando a la vacuna o el tratamiento definitivo para el SIDA; las mujeres paren (casi) sin dolor y yo puedo quitarme las dioptrías con un láser; se transplantan corazones, se curan enormes heridas y se sanan huesos.
Pero la mierda de resfriado no hay Dios que se la quite de encima.
Es curioso como la afección más común en las sociedades modernas no tiene un tratamiento barato y eficaz. Venga ya, que esto no es una insuficiencia hepática ni una articulación luxada; ¿tan difícil es curar el dolor de cabeza, el letargo y la congestión nasal?
Llevo todo el día con la nariz tapada, y la verdad es que respirar así cansa. También me encuentro un poco atontado (quizá eso me exima si esta entrada resulta ser un tostón insufrible). Supongo que será cuestión de tomar algún peligroso cóctel de paracetamol y jarabe, o una de esas soluciones milagrosas que nunca funcionan...reitero, ¿qué pasa con la medicina?.
Probablemente lo mejor sea meterme en la cama, eso aún no lo ha superado ningún instituto farmacéutico.
Pero la mierda de resfriado no hay Dios que se la quite de encima.
Es curioso como la afección más común en las sociedades modernas no tiene un tratamiento barato y eficaz. Venga ya, que esto no es una insuficiencia hepática ni una articulación luxada; ¿tan difícil es curar el dolor de cabeza, el letargo y la congestión nasal?
Llevo todo el día con la nariz tapada, y la verdad es que respirar así cansa. También me encuentro un poco atontado (quizá eso me exima si esta entrada resulta ser un tostón insufrible). Supongo que será cuestión de tomar algún peligroso cóctel de paracetamol y jarabe, o una de esas soluciones milagrosas que nunca funcionan...reitero, ¿qué pasa con la medicina?.
Probablemente lo mejor sea meterme en la cama, eso aún no lo ha superado ningún instituto farmacéutico.
23.10.04
La MetaBiblia
Hace pocos días mantuve una animada charla con un par de evangelistas, muy majos, y estuvimos discutiendo de lo divino y lo humano (más de lo divino que de lo humano, como era de esperar). Lo que más me impresionó de estas personas es su profundo conocimiento de la Biblia, y cómo la toman tan a pies juntillas que espanta.
Me explico. Por lo que entendí, ellos no tienen una autoridad máxima, análoga al Papa, que diga de forma casi unilateral cómo se ha de entender la religión; simplemente se basan en los textos bíblicos. Eso sí, a rajatabla. O no.
Cuando les pregunté por qué Dios aborrece la homosexualidad, me dijeron que así lo dice la Biblia (y es cierto), y cuando les recordé que la Biblia también califica como abominable a la ropa de más de un tipo de tejido, afirmaron que es «algo que hay que enmarcar en un contexto y que ya no tiene sentido».
Es decir, que unas cosas se leen en sentido literal y otras no. O sí. No se puede leer todo literalmente porque encontraríamos contradicciones (que las hay), y tampoco se puede dejar todo sujeto a la interpretación porque no estaríamos nada seguros de llegar a conclusiones válidas.
Por eso creo que necesitamos un libro que diga qué partes de la Biblia se han de leer literalmente, y cuáles no, y que éste sea incuestionable. Un libro que termine con las discrepancias de opinión entre todas las religiones de influencia cristiana (o incluso judía, si me apuras).
Yo quiero una MetaBiblia.
Me explico. Por lo que entendí, ellos no tienen una autoridad máxima, análoga al Papa, que diga de forma casi unilateral cómo se ha de entender la religión; simplemente se basan en los textos bíblicos. Eso sí, a rajatabla. O no.
Cuando les pregunté por qué Dios aborrece la homosexualidad, me dijeron que así lo dice la Biblia (y es cierto), y cuando les recordé que la Biblia también califica como abominable a la ropa de más de un tipo de tejido, afirmaron que es «algo que hay que enmarcar en un contexto y que ya no tiene sentido».
Es decir, que unas cosas se leen en sentido literal y otras no. O sí. No se puede leer todo literalmente porque encontraríamos contradicciones (que las hay), y tampoco se puede dejar todo sujeto a la interpretación porque no estaríamos nada seguros de llegar a conclusiones válidas.
Por eso creo que necesitamos un libro que diga qué partes de la Biblia se han de leer literalmente, y cuáles no, y que éste sea incuestionable. Un libro que termine con las discrepancias de opinión entre todas las religiones de influencia cristiana (o incluso judía, si me apuras).
Yo quiero una MetaBiblia.
17.10.04
El saber de los tinteros
En el proceso de escribir algo medianamente decente, siempre se pasa por etapas en las que se modifican expresiones, se replantean ideas y hasta se borran párrafos enteros. ¿Y dónde van todas esas cosas que no llegaron al papel, o a la web? Se quedan en el tintero.
Haciendo un ejercicio de imaginación, podríamos desear tener "algo" que nos permitiera rescatar todo eso del olvido del tintero, y ver qué tachó el autor, qué partes se replanteó y qué cambios de última hora hizo. Parte de lo que encontraríamos debería ser, por fuerza, interesante.
Probablemente gran parte del material carecería de interés; reconstrucciones de frases, eliminación de palabras repetidas, y demás vicisitudes puramente lingüísticas. Pero en otro nivel, veríamos la verdadera miga del asunto: las ideas desechadas.
Tendríamos un compendio más o menos desordenado de los pensamientos del autor que podría ayudarnos a comprender no sólo lo que ha escrito, sino cómo el texto ha ido cobrando vida, evolucionando y mutando, de forma análoga a las ideas expresadas en él. Seríamos también capaces de encontrarnos con los patrones de pensamiento y las ideas más veladas del autor en pelota picada, antes de haber pasado por el montón de filtros de autocensura y autocorrección que cada cual se impone.
En definitiva, seríamos capaces de comprender un poco mejor a la persona que escribió aquéllo que nos pareció tan interesante, y en cierto modo acercarnos más a su faceta más íntima, personal y secreta.
Haciendo un ejercicio de imaginación, podríamos desear tener "algo" que nos permitiera rescatar todo eso del olvido del tintero, y ver qué tachó el autor, qué partes se replanteó y qué cambios de última hora hizo. Parte de lo que encontraríamos debería ser, por fuerza, interesante.
Probablemente gran parte del material carecería de interés; reconstrucciones de frases, eliminación de palabras repetidas, y demás vicisitudes puramente lingüísticas. Pero en otro nivel, veríamos la verdadera miga del asunto: las ideas desechadas.
Tendríamos un compendio más o menos desordenado de los pensamientos del autor que podría ayudarnos a comprender no sólo lo que ha escrito, sino cómo el texto ha ido cobrando vida, evolucionando y mutando, de forma análoga a las ideas expresadas en él. Seríamos también capaces de encontrarnos con los patrones de pensamiento y las ideas más veladas del autor en pelota picada, antes de haber pasado por el montón de filtros de autocensura y autocorrección que cada cual se impone.
En definitiva, seríamos capaces de comprender un poco mejor a la persona que escribió aquéllo que nos pareció tan interesante, y en cierto modo acercarnos más a su faceta más íntima, personal y secreta.
14.10.04
Reeve y Sampedro: Punto de Inflexión
Las vidas de Christopher Reeve y Ramón Sampedro no tenían nada en común. Crecieron en lugares completamente distintos, y vivieron vidas completamente dispares. Sin embargo, en la historia de sus vidas hay un punto común: un desgraciado accidente que los deja sin movilidad.
Reeve se pasó la vida luchando por volver a andar; Sampedro dedicó la suya a perseguir a la muerte. No deja de ser tristemente irónico que sólo el segundo consiguiera su objetivo, pero ese no es el fondo de la cuestión de la que me quiero ocupar.
Lo que verdaderamente me sorprende de la complejidad de las acciones y el pensamiento humano es como, tras ese "punto común" que las dos líneas de sus vidas cruzaron, cada uno siguó su dispar camino, y ninguno pareció equivocarse.Y así somos los seres humanos; tan digno es luchar por la vida como renunciar a ella, tomar el dulce pero difícil camino de la muerte como el doloroso pero esperanzador camino de la lucha.
He oido comentar que Reeve invirtió tanto dinero en investigación que la medicina ha conseguido hacer avances importantes; sea como sea, aprovechemos la ocasión para que nuestras reflexiones hagan también su particular avance. El ejercicio mental queda a cargo del lector.
Reeve se pasó la vida luchando por volver a andar; Sampedro dedicó la suya a perseguir a la muerte. No deja de ser tristemente irónico que sólo el segundo consiguiera su objetivo, pero ese no es el fondo de la cuestión de la que me quiero ocupar.
Lo que verdaderamente me sorprende de la complejidad de las acciones y el pensamiento humano es como, tras ese "punto común" que las dos líneas de sus vidas cruzaron, cada uno siguó su dispar camino, y ninguno pareció equivocarse.Y así somos los seres humanos; tan digno es luchar por la vida como renunciar a ella, tomar el dulce pero difícil camino de la muerte como el doloroso pero esperanzador camino de la lucha.
He oido comentar que Reeve invirtió tanto dinero en investigación que la medicina ha conseguido hacer avances importantes; sea como sea, aprovechemos la ocasión para que nuestras reflexiones hagan también su particular avance. El ejercicio mental queda a cargo del lector.
11.10.04
Jokin y yo
Llevo ya unos días dándoles vueltas a viejos recuerdos que se han reavivado con la triste historia de Jokin, el chaval que no pudo soportar el maltrato de sus compañeros.
No quiero ponerme yo ahora en plan víctima, causar sentimientos de lástima por parte de los demás, ni subirme al carro de los mártires para conseguir notoriedad. Pero puedo decir que comprendo a Jokin con más profundidad que otros; al final de algo me ha de servir el haber sufrido humillaciones en el colegio.
Es cierto que a todo el mundo le han hecho sufrir de una manera u otra los compañeros más crueles en el colegio, pero yo tenía el dudoso privilegio de ser uno de los marginados. Quizá es porque era muy buen estudiante, porque nunca jugaba a fútbol y prefería estar con las niñas, porque tenía tendencia a ponerme muy nervioso y gritar con facilidad, porque era débil, o por una combinación explosiva de todos esos motivos.
Sea como sea, no miento si digo que no volvería a pasar por todo eso ni por varios millones de Euros. Es increíble como unos cuantos niños pueden amargarle la infancia a otro, sin que ni los padres ni los profesores puedan hacer demasiado por evitarlo.
Siento una especie de dolorosa identificación con Jokin. Leyendo su historia, es evidente que sufría mucho más de lo que yo lo hice. ¿Hubiera aguantado yo? ¿O me habría ido a tumbarme en la vía del tren y esperar que todo terminase? Sinceramente, no lo sé.
Pero del mismo modo, me hubiera encantado que Jokin viera donde están ahora los que se reían de mí, y donde estoy yo. No es que ellos sean unos fracasados, pero desde luego creo que me he ganado no sólo los méritos sino también la superioridad moral suficientes como para poder reirme silenciosamente de ellos. No me gusta sonar así de duro, pero es lo que siento y eso es más importante que parecer políticamente correcto.
Jokin, es una pena que no hayas podido esperar unos años a conseguir tu victoria sobre la imbecilidad y la mediocridad de los demás, pero espero que estés donde estés llegue el día en que puedas reírte de una vez de quienes tanto te hicieron llorar.
No quiero ponerme yo ahora en plan víctima, causar sentimientos de lástima por parte de los demás, ni subirme al carro de los mártires para conseguir notoriedad. Pero puedo decir que comprendo a Jokin con más profundidad que otros; al final de algo me ha de servir el haber sufrido humillaciones en el colegio.
Es cierto que a todo el mundo le han hecho sufrir de una manera u otra los compañeros más crueles en el colegio, pero yo tenía el dudoso privilegio de ser uno de los marginados. Quizá es porque era muy buen estudiante, porque nunca jugaba a fútbol y prefería estar con las niñas, porque tenía tendencia a ponerme muy nervioso y gritar con facilidad, porque era débil, o por una combinación explosiva de todos esos motivos.
Sea como sea, no miento si digo que no volvería a pasar por todo eso ni por varios millones de Euros. Es increíble como unos cuantos niños pueden amargarle la infancia a otro, sin que ni los padres ni los profesores puedan hacer demasiado por evitarlo.
Siento una especie de dolorosa identificación con Jokin. Leyendo su historia, es evidente que sufría mucho más de lo que yo lo hice. ¿Hubiera aguantado yo? ¿O me habría ido a tumbarme en la vía del tren y esperar que todo terminase? Sinceramente, no lo sé.
Pero del mismo modo, me hubiera encantado que Jokin viera donde están ahora los que se reían de mí, y donde estoy yo. No es que ellos sean unos fracasados, pero desde luego creo que me he ganado no sólo los méritos sino también la superioridad moral suficientes como para poder reirme silenciosamente de ellos. No me gusta sonar así de duro, pero es lo que siento y eso es más importante que parecer políticamente correcto.
Jokin, es una pena que no hayas podido esperar unos años a conseguir tu victoria sobre la imbecilidad y la mediocridad de los demás, pero espero que estés donde estés llegue el día en que puedas reírte de una vez de quienes tanto te hicieron llorar.
6.10.04
Minimalismo
Parece ser que es bastante corriente eso de concederse de vez en cuando alguna licencia, y crear una entrada más o menos friki en el weblog. Yo iba a hacer una entrada minimalista de esas que nadie entiende y todo el mundo comenta...pero me cuesta decidirme por un estilo. Se me ocurren unas cuantas cosas:
Y por último, no puedo resistirme a caer por una vez, y sin que sirva de precedente, en un tópico: Cuando despertó, el post minimalista todavía estaba allí.
- Minimalismo bloguero clásico:"Hoy he escrito mal una palabra. He tomado la goma de borrar, y con un suave movimiento de fricción, la he hecho desaparecer para siempre de mis apuntes." Lo mejor de estas entradas es que no significan nada para el autor, pero reciben miles de interpretaciones de los que comentan
- Minimalismo Haiku:"Un mal septiembre / escribí una entrada / minimalista" Quizá lo más interesante que pueda generar una entrada así es un intenso debate sobre si he contado bien las sílabas, o si no he utilizado los recursos semántico/fonético/sintácticos/vayaustéasaber de los Haikus de calidad.
- Minimalismo Perl: perl -le 's::Just Another Perl Hacker:,s@Perl Hacker@vwxyz!?@ig;y,yv?!zxw,gBregol,,print'. Probablemente asombre a unos y entretenga a otros, pero como entrada en un Blog le falta fuerza.
- Minimalismo Psicotrópico:"El elefante que bajaba las escaleras no sólo me ensució la alfombra, sino que se marchó sin despedirse". La verdad es que se me daría mejor si consumiera algo más que cafeína.
- Minimalismo Lewis Carroll:"El bráculo briscilaba hedentemente, no precandió la insilémina garseuna." Me da a mi que hará gracia a poca gente, aunque la tentación de experimentar es interesante. Si Carroll pudo escribir Jabberwocky y quedarse tan ancho...
Y por último, no puedo resistirme a caer por una vez, y sin que sirva de precedente, en un tópico: Cuando despertó, el post minimalista todavía estaba allí.
3.10.04
Universidad y Status
Hace no tantos años (algo así como "una generación", sea cual sea el significado de la expresión) el ser universitario daba un status envidiable. No todo el mundo podía estudiar, y los que lo hacían se convertían en señores ingenieros, abogados o médicos. El asunto daba prestigio, probablemente porque la universidad no estaba al alcance de todo el mundo.
Hoy en día, cualquiera tiene acceso a la universidad. No voy a entrar en valoraciones acerca de si ese cualquiera se puede interpretar positiva o negativamente (eso daría -o dará- para otra entrada). El caso es que sea cual sea esa valoración, los hechos nos muestran que hemos llegado a una sociedad donde hay una enorme proporción de personas con estudios superiores.
Quizá por eso, vengo observando cierto rechazo creciente hacia los universitarios; o quizá rechazo no es la palabra, pero sí "falta de respeto". Para demasiada gente, los universitarios somos una especie de parásitos sociales.
No hacemos nunca nada, nos pasamos la vida en la cantina jugando al guiñote/mus/[ponga aquí el juego de cartas típico de su facultad], nos gastamos el dinero de nuestros padres y vivimos como reyes.
Ja, ja y ja. Ya es bastante duro pasarte el día entero en la universidad (en CLASE señores, en clase), depender económicamente de tus padres y, para colmo, que tu tiempo libre no sea nunca tuyo, porque siempre deberías estar haciendo algo "para clase" en lugar de estar tomando una cerveza. Encima, tienes que soportar el desprecio hacia lo que haces por parte de personas que jamás han pasado por la misma experiencia, pero que por algún motivo parecen conocerla mejor que tú.
Dejémonos de zarandajas. Este tipo de desprecio suele venir de personas que dejaron los estudios antes de los 16 años, y ¿por qué?. Porque no aguantaron. Simple y llanamente. Así que la próxima vez que uno de estos especímenes desprecie la labor de un universitario, no estará de más utilizar una fórmula sarcástica y ciertamente ácida: "Claro, como tu has hecho dos carreras lo conoces perfectamente. ¿No? Pues te callas".
Hoy en día, cualquiera tiene acceso a la universidad. No voy a entrar en valoraciones acerca de si ese cualquiera se puede interpretar positiva o negativamente (eso daría -o dará- para otra entrada). El caso es que sea cual sea esa valoración, los hechos nos muestran que hemos llegado a una sociedad donde hay una enorme proporción de personas con estudios superiores.
Quizá por eso, vengo observando cierto rechazo creciente hacia los universitarios; o quizá rechazo no es la palabra, pero sí "falta de respeto". Para demasiada gente, los universitarios somos una especie de parásitos sociales.
No hacemos nunca nada, nos pasamos la vida en la cantina jugando al guiñote/mus/[ponga aquí el juego de cartas típico de su facultad], nos gastamos el dinero de nuestros padres y vivimos como reyes.
Ja, ja y ja. Ya es bastante duro pasarte el día entero en la universidad (en CLASE señores, en clase), depender económicamente de tus padres y, para colmo, que tu tiempo libre no sea nunca tuyo, porque siempre deberías estar haciendo algo "para clase" en lugar de estar tomando una cerveza. Encima, tienes que soportar el desprecio hacia lo que haces por parte de personas que jamás han pasado por la misma experiencia, pero que por algún motivo parecen conocerla mejor que tú.
Dejémonos de zarandajas. Este tipo de desprecio suele venir de personas que dejaron los estudios antes de los 16 años, y ¿por qué?. Porque no aguantaron. Simple y llanamente. Así que la próxima vez que uno de estos especímenes desprecie la labor de un universitario, no estará de más utilizar una fórmula sarcástica y ciertamente ácida: "Claro, como tu has hecho dos carreras lo conoces perfectamente. ¿No? Pues te callas".
28.9.04
Incultura Científica
El modelo de educación que se viene aplicando en España desde que tengo uso de razón ha producido un sutil efecto secundario que no puedo dejar pasar por alto, y es la división del cuerpo estudiantil en dos grandes bloques (con matices, pero básicamente en dos); unos son "los de ciencias", y otros, "los de letras".
Todo el mundo sabe que los de ciencias y los de letras son bastante incapaces de comprenderse unos a otros; sus intereses, sus conocimientos, e incluso sus procesos mentales suelen ser radicalmente distintos. Y en el fondo, no hay nada malo en ello.
El verdadero problema surge cuando uno se enfrenta a la difícil tarea de vivir en sociedad, sobre todo cuando pertenece al bando de los de ciencias. Como no es suficiente con la sensación de que hay demasiada gente que no comprende a qué te dedicas exactamente, te toca llevar el sambenito de inculto.
Por lo que parece, en este mundo tener "cultura general" es algo que se suscribe completamente al plano de las letras: historia, geografía, y demás conocimientos de indudable interés humanístico. Y esto deja a un gran número de personas, muchas de ellas muy versadas en derterminadas materias científicas, bastante fuera de juego.
Tengo que confesar que no sé dónde está Guatemala, ni en qué año se produjo la Toma de la Bastilla, y debo admitir que son un par de los muchos agujeros en mis conocimientos culturales de los que no me siento orgulloso en absoluto. Está bien, asumo la parte de incultura que, por desgracia, acarreo.
¿Cómo se integra un logaritmo neperiano? ¿Por qué es necesario aplicar derivadas al estudio de la corriente de un río? ¿Qué es eso de las geometrías no euclídeas?
Estoy seguro de que es sencillísimo encontrar un brillante estudiante de humanidades (o mil), mucho más inteligente que yo (juro que no es un sarcasmo, sino un ejercicio de humildad), y completamente incapaz de dar una vaga respuesta a estas preguntas. Ah, pero él tiene cultura. Con mil perdones, hay que joderse.
Todo el mundo sabe que los de ciencias y los de letras son bastante incapaces de comprenderse unos a otros; sus intereses, sus conocimientos, e incluso sus procesos mentales suelen ser radicalmente distintos. Y en el fondo, no hay nada malo en ello.
El verdadero problema surge cuando uno se enfrenta a la difícil tarea de vivir en sociedad, sobre todo cuando pertenece al bando de los de ciencias. Como no es suficiente con la sensación de que hay demasiada gente que no comprende a qué te dedicas exactamente, te toca llevar el sambenito de inculto.
Por lo que parece, en este mundo tener "cultura general" es algo que se suscribe completamente al plano de las letras: historia, geografía, y demás conocimientos de indudable interés humanístico. Y esto deja a un gran número de personas, muchas de ellas muy versadas en derterminadas materias científicas, bastante fuera de juego.
Tengo que confesar que no sé dónde está Guatemala, ni en qué año se produjo la Toma de la Bastilla, y debo admitir que son un par de los muchos agujeros en mis conocimientos culturales de los que no me siento orgulloso en absoluto. Está bien, asumo la parte de incultura que, por desgracia, acarreo.
¿Cómo se integra un logaritmo neperiano? ¿Por qué es necesario aplicar derivadas al estudio de la corriente de un río? ¿Qué es eso de las geometrías no euclídeas?
Estoy seguro de que es sencillísimo encontrar un brillante estudiante de humanidades (o mil), mucho más inteligente que yo (juro que no es un sarcasmo, sino un ejercicio de humildad), y completamente incapaz de dar una vaga respuesta a estas preguntas. Ah, pero él tiene cultura. Con mil perdones, hay que joderse.
23.9.04
La Universidad de la Vida
Una de las expresiones que más me molesta, cuando la oigo de alguien que no ha tenido formación universitaria (la mayor parte de la generación de mis padres ni siquiera fue al instituto), es aquello de "Yo aprendí en la Universidad de la Vida". Y es que es algo que no sólo se dice con un tono de solemnidad sorprendente para tratarse de una universidad ficticia, sino que además se utiliza como arma arrojadiza hacia los que de sí estudiamos en una universidad "de verdad".
Que nadie me malinterprete, no estoy despreciando el gran valor que tiene la experiencia, que en cierto modo le proporciona a alguien esos conocimientos prácticos que los libros no recogen. Eso sí, quienes creen que lo aprendido en esta Universidad de la Vida supera en todos los casos a lo que la verdadera universidad puede enseñar, en el fondo me dan un poco de pena.
Pena, sí; porque son incapaces de ver la complejidad del asunto; porque no sólo no tienen conocimientos teóricos, sino que ignoran cuánto es lo que no saben; porque, probablemente, su continuo pavoneo acerca de cuánto les ha enseñado la vida, y qué poco necesitan las bases teóricas no deja de ser, en el fondo, un velado complejo de inferioridad que jamás serán capaces de asumir.
Que no me vengan con cuentos, el conocimiento universitario vale, y mucho. Quien no me crea, que trate de explicarle a un programador web de andar por casa que no puede parsear HTML con una expresión regular, porque necesita la capacidad de cómputo de un autómata de pila. He dicho.
Que nadie me malinterprete, no estoy despreciando el gran valor que tiene la experiencia, que en cierto modo le proporciona a alguien esos conocimientos prácticos que los libros no recogen. Eso sí, quienes creen que lo aprendido en esta Universidad de la Vida supera en todos los casos a lo que la verdadera universidad puede enseñar, en el fondo me dan un poco de pena.
Pena, sí; porque son incapaces de ver la complejidad del asunto; porque no sólo no tienen conocimientos teóricos, sino que ignoran cuánto es lo que no saben; porque, probablemente, su continuo pavoneo acerca de cuánto les ha enseñado la vida, y qué poco necesitan las bases teóricas no deja de ser, en el fondo, un velado complejo de inferioridad que jamás serán capaces de asumir.
Que no me vengan con cuentos, el conocimiento universitario vale, y mucho. Quien no me crea, que trate de explicarle a un programador web de andar por casa que no puede parsear HTML con una expresión regular, porque necesita la capacidad de cómputo de un autómata de pila. He dicho.
20.9.04
Sadismo mediático
Cada temporada, las televisiones nacionales están más plagadas de lo que se ha venido a llamar telerrealidad, probablemente en un patético intento de hacer sonar medianamente digno al fenómeno Gran Hermano (y sus primos y parientes, que habitan islas, granjas u hoteles "con glamour").
Ahora sería fácil entrar en manidas discusiones sobre la estupidización de la sociedad, el vouyerismo velado y la no tan sana curiosidad que parecen impulsar el avance de este tipo de programas. Sin embargo, yo veo un motivo más, al menos tan preocupante como los ya, por repetidos, tópicos.
Y es que, aunque no soy aficionado a estos programas, todas las temporadas acabo viendo al menos unas cuantas imágenes, que suelen ser las más destacables (o destacadas); y en todas ellas, encuentro, de forma más o menos sutil, un componente común: sufrimiento. Rupturas de parejas, discusiones, hambre, cansancio físico, problemas de convivencia...son el tipo de estampas que más éxito tienen en televisión (quién no ha visto aquello de "¡Aidaaaa que me da miedoooo!).
Probablemente sea un poco paranoico, o quizá es que no tengo otra cosa en qué pensar, pero creo que este factor común no es una mera coincidencia. En lo profundo, a casi todo el mundo le produce cierto placer sádico el sufrimiento de los demás, y cuando uno está ante el televisor sin nadie que le juzgue, suele abandonar el territorio de lo políticamente correcto y dejarse llevar por sus más oscuros instintos.
En definitiva, y por triste que nos pueda parecer, el hecho de que los concursantes de este tipo de programas sufra tanto, y que este sufrimiento sea real (y no postizo, como el de las telenovelas que tanta cuota de pantalla ocuparon en su día) parece ser otro de los motivos por los que han entrado en la sociedad con tanta fuerza.
Ahora sería fácil entrar en manidas discusiones sobre la estupidización de la sociedad, el vouyerismo velado y la no tan sana curiosidad que parecen impulsar el avance de este tipo de programas. Sin embargo, yo veo un motivo más, al menos tan preocupante como los ya, por repetidos, tópicos.
Y es que, aunque no soy aficionado a estos programas, todas las temporadas acabo viendo al menos unas cuantas imágenes, que suelen ser las más destacables (o destacadas); y en todas ellas, encuentro, de forma más o menos sutil, un componente común: sufrimiento. Rupturas de parejas, discusiones, hambre, cansancio físico, problemas de convivencia...son el tipo de estampas que más éxito tienen en televisión (quién no ha visto aquello de "¡Aidaaaa que me da miedoooo!).
Probablemente sea un poco paranoico, o quizá es que no tengo otra cosa en qué pensar, pero creo que este factor común no es una mera coincidencia. En lo profundo, a casi todo el mundo le produce cierto placer sádico el sufrimiento de los demás, y cuando uno está ante el televisor sin nadie que le juzgue, suele abandonar el territorio de lo políticamente correcto y dejarse llevar por sus más oscuros instintos.
En definitiva, y por triste que nos pueda parecer, el hecho de que los concursantes de este tipo de programas sufra tanto, y que este sufrimiento sea real (y no postizo, como el de las telenovelas que tanta cuota de pantalla ocuparon en su día) parece ser otro de los motivos por los que han entrado en la sociedad con tanta fuerza.
18.9.04
Russell en el siglo XXI
Iba a escribir aquí una lista, con un enlace de color morado a todos los weblogs que no contengan un enlace de color morado apuntando a sí mismos.
El caso es que no sé si incluirme o no...
El caso es que no sé si incluirme o no...
16.9.04
Antiamericanismo cafeinado
Dejándome llevar de un blog a otro he encontrado una entrada inspiradora en Lametones de Amor. Habla sobre la EuroCola, su curioso sabor y demás características más o menos merecedoras de mofa, befa y escarnio.
Supongo que el producto es bastante conocido: bebida refrescante con sabor a cola, comercializada por PMI y que en su publicidad (bastante mala, por cierto) se muestra de forma no demasiado velada como alternativa a las conocidas Coca-Cola y Pepsi ("Estoy harto de beber siempre lo mismo", dicen los ridículos protagonistas del spot).
Y analizándo el asunto de una manera mas sutil, hay algo que en cierto modo me mosquea. Ese prefijo Euro, ¿sólo me lo parece a mí o pretende explotar el creciente anti-americanismo que se respira en España últimamente?. Quiero decir, no creo que sea yo el único que ve que la campaña publicitaria (en concreto, el propio nombre del producto) manipula los sentimientos de los consumidores para inducirles a adquirir un producto como "venganza", o en una actitud de "haha, no os necesitamos, ya hemos encontrado el sustitutivo para vuestra mejor exportación!".
Por mí pueden seguir en esa línea si quieren; al fin y al cabo, la publicidad y la presentación del producto (si es que parece una lata de Cutre-Cola de oferta en el Lidl, por Dios), unidos a la resistencia de entrada de un nuevo producto en un mercado prácticamente monopolizado ya provocarán suficientes quebraderos de cabeza a los departamentos de Ventas y de Marketing.
De todas maneras, no deja de ser mosqueante...¿de cuántas de estas sutiles manipulaciones no me estaré dando cuenta?. De más de las que quiero saber, sin duda.
Supongo que el producto es bastante conocido: bebida refrescante con sabor a cola, comercializada por PMI y que en su publicidad (bastante mala, por cierto) se muestra de forma no demasiado velada como alternativa a las conocidas Coca-Cola y Pepsi ("Estoy harto de beber siempre lo mismo", dicen los ridículos protagonistas del spot).
Y analizándo el asunto de una manera mas sutil, hay algo que en cierto modo me mosquea. Ese prefijo Euro, ¿sólo me lo parece a mí o pretende explotar el creciente anti-americanismo que se respira en España últimamente?. Quiero decir, no creo que sea yo el único que ve que la campaña publicitaria (en concreto, el propio nombre del producto) manipula los sentimientos de los consumidores para inducirles a adquirir un producto como "venganza", o en una actitud de "haha, no os necesitamos, ya hemos encontrado el sustitutivo para vuestra mejor exportación!".
Por mí pueden seguir en esa línea si quieren; al fin y al cabo, la publicidad y la presentación del producto (si es que parece una lata de Cutre-Cola de oferta en el Lidl, por Dios), unidos a la resistencia de entrada de un nuevo producto en un mercado prácticamente monopolizado ya provocarán suficientes quebraderos de cabeza a los departamentos de Ventas y de Marketing.
De todas maneras, no deja de ser mosqueante...¿de cuántas de estas sutiles manipulaciones no me estaré dando cuenta?. De más de las que quiero saber, sin duda.
15.9.04
Haber si nos aclaramos
Tengo algo que confesar al mundo que puede no ser del agrado de todos: me gusta escribir correctamente. Soy una de esas personas quisquillosas que se preocupan por la be y la uve, por las haches intercaladas, e incluso tratan de acertar los acentos diacríticos. A pesar de ser algo a lo que prestan atención todos los blogs de calidad que he visitado, no parece ser lo más común en las comunicaciones electrónicas habituales.
Todos sabemos lo molesto que es leer un correo electrónico escrito como si fuera un SMS, o tratar de comprender en el IRC, Messenger o Jabber a una persona con dificultades para distinguir entre "ahí", "ay", y "hay". Pero lo realmente indignante no es que una persona cometa faltas de ortografía, sino que simplemente no le importe (con perdón) una mierda si está escribiendo bien o no.
En las épocas de pocas noticias en televisión suele aparecer con regularidad el estudio o la estadística de turno mostrándonos lo mal que se escribe y la cantidad de faltas que los jóvenes hacen en los exámenes de Selectividad, y nunca falta la apostilla echando la culpa de todo a los SMS y demás bestias.
Sin embargo, me niego a admitir que esa sea la causa del problema, sino más bien la manifestación primera y más evidente. La importancia del asunto no radica en las faltas, sino en el poco interés en corregirlas. ¿Y por qué este desinterés?
Una palabra: pragmatismo. En una sociedad tecnócrata, cada vez más capitalista, donde se valoran los resultados casi siempre por encima de los valores, no es sorprendente que se dé poca importancia a algo que tiene relativamente poco sentido práctico. Es cierto que cuesta más leer textos mal escritos, pero sólo si se tiene costumbre de leer textos bien escritos. En definitiva, hay demasiada gente a la que escribir correctamente les supone esfuerzo n y beneficio cero, por lo que el "ahorro" que les reporta escribir mal es (técnicamente) infinito.
Y para resolver esto (como tantos otros problemas) solo hay una vía: educación. Pero no solo gramática, y hacer repetir mil veces "ahora es con hache intercalada", sino educación para valorar las cosas que no necesitan de una justificación práctica, las cosas que, en definitiva, hacen que nuestra lengua siga siendo tan bellamente irregular e impredecible como nosotros mismos.
Todos sabemos lo molesto que es leer un correo electrónico escrito como si fuera un SMS, o tratar de comprender en el IRC, Messenger o Jabber a una persona con dificultades para distinguir entre "ahí", "ay", y "hay". Pero lo realmente indignante no es que una persona cometa faltas de ortografía, sino que simplemente no le importe (con perdón) una mierda si está escribiendo bien o no.
En las épocas de pocas noticias en televisión suele aparecer con regularidad el estudio o la estadística de turno mostrándonos lo mal que se escribe y la cantidad de faltas que los jóvenes hacen en los exámenes de Selectividad, y nunca falta la apostilla echando la culpa de todo a los SMS y demás bestias.
Sin embargo, me niego a admitir que esa sea la causa del problema, sino más bien la manifestación primera y más evidente. La importancia del asunto no radica en las faltas, sino en el poco interés en corregirlas. ¿Y por qué este desinterés?
Una palabra: pragmatismo. En una sociedad tecnócrata, cada vez más capitalista, donde se valoran los resultados casi siempre por encima de los valores, no es sorprendente que se dé poca importancia a algo que tiene relativamente poco sentido práctico. Es cierto que cuesta más leer textos mal escritos, pero sólo si se tiene costumbre de leer textos bien escritos. En definitiva, hay demasiada gente a la que escribir correctamente les supone esfuerzo n y beneficio cero, por lo que el "ahorro" que les reporta escribir mal es (técnicamente) infinito.
Y para resolver esto (como tantos otros problemas) solo hay una vía: educación. Pero no solo gramática, y hacer repetir mil veces "ahora es con hache intercalada", sino educación para valorar las cosas que no necesitan de una justificación práctica, las cosas que, en definitiva, hacen que nuestra lengua siga siendo tan bellamente irregular e impredecible como nosotros mismos.
El efecto microondas
Todos los que estamos más o menos metidos en temas de tecnología o informática nos hemos tropezado alguna vez con las curiosas consecuencias sobre la gente del efecto microondas. No me estoy refiriendo a las radiaciones que (parece que solo presuntamente) emiten nuestros monitores, sino a algo mucho más social y palpable.
Hoy en día, prácticamente todas las personas que conocemos usan un ordenador en algún momento del día. Algunos son (somos) frikis empedernidos y manejamos el cacharro alegremente, incluso podemos decir que lo disfrutamos. Otros se sienten casi condenados a usarlos en el trabajo, o para clase, y en cierto modo sienten bastante aversión al aparato; esto es comprensible y razonable, así que no entraré en más detalles.
Pero en algún lugar intermedio (o no) entre las dos posturas se encuentran los usuarios del "ordenador microondas". El típico usuario-cocinero-simplista no desea tener más de una decena de sitios donde pulsar, y pocas opciones que manipular, pero aún así espera obtener resultados irracionalmente complejos. Poco más o menos lo que yo esperaba del microondas, antes de descubrir que sus usos más prácticos se reducen a calentar vasos de leche, descongelar barras de pan, y bien poco más.
Estoy hablando de los usuarios que se quejan de que es muy complicado descargar un códec para poder ver las películas (casi siempre piratas) en DivX, configurar los parámetros para grabar un DVD, o crear y publicar una página web que vaya mas allá de un weblog automatizado.
Y en cierta manera me producen un poco de pena, sobresimplificando los problemas y creyendo que todo el mundo quiere hacer lo mismo que ellos, y que por lo tanto sólo necesitan un botón para cada cosa (la panacea del DWIM todavía no se ha inventado). Supongo que la incapacidad para distinguir lo que es complejo de lo que no lo es no deja de ser triste.
Probablemente esta incapacidad surja de la reticencia a asimilar conceptos como la RAM, el sistema de ficheros, los drivers o las particiones. Es una lástima porque tarde o temprano tropezarán con ellos (quizá sin saberlo), aunque probablemente les proporcionará una ocasión más para despotricar sobre "lo difícil que es la informática, y eso que soy todo un experto".
De todas formas, allá ellos. Nunca leerán un manual, y se quejarán constantemende de que su ordenador hace cosas raras; la parte mala del asunto es que probablemente se hagan con un pringao a medida que les arregle los estropicios y les automatice las tareas, pero eso ya es otra historia.
Hoy en día, prácticamente todas las personas que conocemos usan un ordenador en algún momento del día. Algunos son (somos) frikis empedernidos y manejamos el cacharro alegremente, incluso podemos decir que lo disfrutamos. Otros se sienten casi condenados a usarlos en el trabajo, o para clase, y en cierto modo sienten bastante aversión al aparato; esto es comprensible y razonable, así que no entraré en más detalles.
Pero en algún lugar intermedio (o no) entre las dos posturas se encuentran los usuarios del "ordenador microondas". El típico usuario-cocinero-simplista no desea tener más de una decena de sitios donde pulsar, y pocas opciones que manipular, pero aún así espera obtener resultados irracionalmente complejos. Poco más o menos lo que yo esperaba del microondas, antes de descubrir que sus usos más prácticos se reducen a calentar vasos de leche, descongelar barras de pan, y bien poco más.
Estoy hablando de los usuarios que se quejan de que es muy complicado descargar un códec para poder ver las películas (casi siempre piratas) en DivX, configurar los parámetros para grabar un DVD, o crear y publicar una página web que vaya mas allá de un weblog automatizado.
Y en cierta manera me producen un poco de pena, sobresimplificando los problemas y creyendo que todo el mundo quiere hacer lo mismo que ellos, y que por lo tanto sólo necesitan un botón para cada cosa (la panacea del DWIM todavía no se ha inventado). Supongo que la incapacidad para distinguir lo que es complejo de lo que no lo es no deja de ser triste.
Probablemente esta incapacidad surja de la reticencia a asimilar conceptos como la RAM, el sistema de ficheros, los drivers o las particiones. Es una lástima porque tarde o temprano tropezarán con ellos (quizá sin saberlo), aunque probablemente les proporcionará una ocasión más para despotricar sobre "lo difícil que es la informática, y eso que soy todo un experto".
De todas formas, allá ellos. Nunca leerán un manual, y se quejarán constantemende de que su ordenador hace cosas raras; la parte mala del asunto es que probablemente se hagan con un pringao a medida que les arregle los estropicios y les automatice las tareas, pero eso ya es otra historia.
Políticamente Incorrecto
Por algún motivo que no alcanzo a comprender, tiendo a no ser todo lo politicamente correcto que la sociedad quisiera. Que nadie me malinterprete, no es necesario ser un inadaptado y autoexcluido social para ser, al menos un poco, políticamente incorrecto.
Estoy convencido de que alguien que actúa siempre bajo la luz de la corrección política, sufre de cierta suerte de incoherencia, o de pensamiento poco profundo (o al menos, poco profundizado). Parece ser que hoy en día está muy de moda eso de subirse al carro de lo que queda progre, y lo que suena bien en las tertulias pseudo-intelectuales de tres al cuarto, cuando realmente no se tiene una opinión bien formada, sino un cúmulo de tópicos más o menos modernos que es necesario repetir como un loro para quedar bien.
Es posible que haya quien se plantee quién soy yo para sentirme por encima de todo esto, y tendrá toda la razón del mundo: ni soy nadie ni estoy por encima. A todos nos gusta quedar bien en las conversaciones políticas, no quemarnos con las polémicas y evitar que nos tachen de excéntricos. De todas formas, tengo la convicción de que el simple recononimiento del problema ya es un paso hacia la solución, y en determinados círculos de confianza trato de romper los tópicos (si es que consigo caer en la cuenta de alguno).
Sería pedante pretender hacer creer que voy a revelar ideas nuevas y revolucionarias para alguien, pero de lo que estoy convencido es de que en algún momento, alguien se sentirá ofendido...es la pega de ser políticamente incorrecto.
Estoy convencido de que alguien que actúa siempre bajo la luz de la corrección política, sufre de cierta suerte de incoherencia, o de pensamiento poco profundo (o al menos, poco profundizado). Parece ser que hoy en día está muy de moda eso de subirse al carro de lo que queda progre, y lo que suena bien en las tertulias pseudo-intelectuales de tres al cuarto, cuando realmente no se tiene una opinión bien formada, sino un cúmulo de tópicos más o menos modernos que es necesario repetir como un loro para quedar bien.
Es posible que haya quien se plantee quién soy yo para sentirme por encima de todo esto, y tendrá toda la razón del mundo: ni soy nadie ni estoy por encima. A todos nos gusta quedar bien en las conversaciones políticas, no quemarnos con las polémicas y evitar que nos tachen de excéntricos. De todas formas, tengo la convicción de que el simple recononimiento del problema ya es un paso hacia la solución, y en determinados círculos de confianza trato de romper los tópicos (si es que consigo caer en la cuenta de alguno).
Sería pedante pretender hacer creer que voy a revelar ideas nuevas y revolucionarias para alguien, pero de lo que estoy convencido es de que en algún momento, alguien se sentirá ofendido...es la pega de ser políticamente incorrecto.
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