Ayer tuve la ocasión de presenciar un campeonato de trial indoor; no es que me entusiasme el tema pero me regalaban la entrada y aproveché la ocasión para ver qué tal era aquéllo en directo.
En el campo estrictamente deportivo, el evento estuvo muy bien: participantes con buen nivel, zonas de dificultades diferentes y, en general, una buena exhibición. Lo que sí que me llamó la atención fue el espectáculo que la organización nos había preparado para el intermedio.
Todo comenzó cuando aparecieron los y las gogós de la macrodiscoteca Pirámide. Esto no es tan sorpendente; al fin y al cabo, era uno de los principales patrocinadores y tenía derecho a su minuto de gloria. Pero después vino la parte divertida:
Desde unas plataformas que hay más arriba de las gradas, comenzaron a llover todo tipo de regalitos inútiles: horrendas gorras con el logotipo de nosequién, camisetas aunciando a otro, peluches deformes (¿o serían amorfos?) que representaban la marca de un tercero...toda una fiesta del merchandising, vamos.
¿Y cómo reaccionó el público? Como era de esperar: con gritos, codazos, empujones y demás desmesuras impropias de la edad de las personas -adultas- que abarrotaban el polideportivo. Y fue en ese momento cuando vi la luz: no hemos avanzado nada desde el imperio romano.
Allí me encontraba, con el circo en forma de carnes prietas y bien formadas bailando al ritmo de una música machacona, y el pan convertido en camisetas, gorras y peluches. No cabe duda de que, en pleno siglo XXI, seguimos necesitando nuestro sucedáneo de pan y circo.
13.11.04
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Si le pones un marquito con forma de coliseo a la tele, verás que tampoco hace falta salir de casa para darse cuenta ;)
Saludoides :)
Publicar un comentario