Pedro Cid se preguntaba hace nada en su blog en qué consistirá exactamente la felicidad, y de qué forma nos podemos acercar a ella. Y yo, cuantas más vueltas le doy, más claro tengo que si no somos capaces de encontrar las respuestas es porque en realidad todo es extraordinariamente sencillo y transparente.
Hace algo más de dos mil años, el hijo de un carpintero revolucionó las ideas filosóficas de sus compatriotas judíos, siendo el primero que se atrevió a decir que la felicidad sólo se consigue cuando se regala, y que para llenar el corazón hace falta entregarlo a los demás. Y ya está.
Aún hoy se escriben montones de libros de autoayuda, y muchos recogen precisamente esas ideas y las convierten en un best-seller. Pero lo verdaderamente maravilloso es que no hace falta leer doscientas páginas de escritura descuidada, ni memorizar las siete claves del éxito, ni aprender complejos patrones de comportamiento que nos acerquen a la tan ansiada felicidad.
En realidad, todo lo que se necesita es vencer las dos patologías más extendidas del mundo occidental: el miedo y la vergüenza. Si lo conseguimos, nos atreveremos a decirle a ese compañero cuánto valoramos su amistad, a llevarle a esa amiga una copia enmarcada de aquella foto que nos hicimos en la discoteca a las cinco de la mañana, o a agradecerles a nuestros padres que hayan trabajado tanto para que llegásemos a ser quienes somos.
Y es que el secreto está en cuidar los gestos pequeños: si cada día hacemos sonreír a una persona, poco a poco veremos cómo los demás vencen sus propios miedos y nos devuelven, con creces, todo lo que hemos dado por ellos. El resto de cosas que el alma de cada uno necesita (esa novia, esa autoestima perdida, ese sentirse valorado y querido) vendrán, como ya dijo aquél célebre hijo de carpintero, por añadidura.
18.5.05
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5 comentarios:
Es una forma de ver el mundo bastante Zen. La cual comparto, por cierto.
A mí la experiencia me dice otra cosa.
¿Qué cosa?!!!!
Gracias por seguir mi blog, y comparto tu opinion.
Seguiremos en contacto.
Puede que la felicidad, como individuo en sí, sin considerar las demás personas sea muy probablemente "seguir" la filosofia del carpintero. Pero en realidad estamos rodeados de gente, mucha y no todos piensan que las cosas sean cuestión de filosofia. Si más o menos todos no tenemos una "filosofia" o consciencia que "como se deben hacer las cosas" esto no funciona. Das, das y das y si te descuidas te "dan" por detrás. Porque las cosas sencillas no siempre compensan, porque a veces ser feliz "tristemente" es no ser infeliz. En mi actual odisea, la felicidad consiste en que hagas lo que quieras, sin dañar a nadie intencionadamente.
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