En el proceso de escribir algo medianamente decente, siempre se pasa por etapas en las que se modifican expresiones, se replantean ideas y hasta se borran párrafos enteros. ¿Y dónde van todas esas cosas que no llegaron al papel, o a la web? Se quedan en el tintero.
Haciendo un ejercicio de imaginación, podríamos desear tener "algo" que nos permitiera rescatar todo eso del olvido del tintero, y ver qué tachó el autor, qué partes se replanteó y qué cambios de última hora hizo. Parte de lo que encontraríamos debería ser, por fuerza, interesante.
Probablemente gran parte del material carecería de interés; reconstrucciones de frases, eliminación de palabras repetidas, y demás vicisitudes puramente lingüísticas. Pero en otro nivel, veríamos la verdadera miga del asunto: las ideas desechadas.
Tendríamos un compendio más o menos desordenado de los pensamientos del autor que podría ayudarnos a comprender no sólo lo que ha escrito, sino cómo el texto ha ido cobrando vida, evolucionando y mutando, de forma análoga a las ideas expresadas en él. Seríamos también capaces de encontrarnos con los patrones de pensamiento y las ideas más veladas del autor en pelota picada, antes de haber pasado por el montón de filtros de autocensura y autocorrección que cada cual se impone.
En definitiva, seríamos capaces de comprender un poco mejor a la persona que escribió aquéllo que nos pareció tan interesante, y en cierto modo acercarnos más a su faceta más íntima, personal y secreta.
17.10.04
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Mientras te leía me he acordado de esa autocensura en muchos posts o mails de los que escrito, o incluso por mensajería instantánea o carta "antigua".
Cuántos "te quiero" se quedaron en el limbo de los datos (la versión electrónica del tintero) por no agobiar, cuántas frases de discordia se borraron y se cambiaron por un "te quiero" o por diez segundos de respirar hondo.
O cuántas veces no lo haces y, al pulsar enter o tirar la carta al buzón, sientes como si acabaras de activar el interruptor del ataque atómico global...
Tal vez sería interesante poder leer esos comentarios, sí, pero bien blindados en una caja de alta seguridad, donde no pudieran hacernos daño. Y con una bandejita con los que poder recoger los pedacitos de tesoros que se hubieran quedado, bien por miedo, bien por error.
Lalala. ¿Cuántas cosas habré eliminado o cambiado de este comentario?
Algo lei sobre el tema en weblog magazine. A veces lo que más se aprecia de la obra de un autor son los manuscritos llenos de tachones y de ideas desechadas. Dentro de 30 años nadie podrá encontrar esos manuscritos puesto que todo se habrá evapora en pulsos eléctricos. Es como para sentirse un poco melancólico ¿no?
Publicar un comentario