Hace pocos días mantuve una animada charla con un par de evangelistas, muy majos, y estuvimos discutiendo de lo divino y lo humano (más de lo divino que de lo humano, como era de esperar). Lo que más me impresionó de estas personas es su profundo conocimiento de la Biblia, y cómo la toman tan a pies juntillas que espanta.
Me explico. Por lo que entendí, ellos no tienen una autoridad máxima, análoga al Papa, que diga de forma casi unilateral cómo se ha de entender la religión; simplemente se basan en los textos bíblicos. Eso sí, a rajatabla. O no.
Cuando les pregunté por qué Dios aborrece la homosexualidad, me dijeron que así lo dice la Biblia (y es cierto), y cuando les recordé que la Biblia también califica como abominable a la ropa de más de un tipo de tejido, afirmaron que es «algo que hay que enmarcar en un contexto y que ya no tiene sentido».
Es decir, que unas cosas se leen en sentido literal y otras no. O sí. No se puede leer todo literalmente porque encontraríamos contradicciones (que las hay), y tampoco se puede dejar todo sujeto a la interpretación porque no estaríamos nada seguros de llegar a conclusiones válidas.
Por eso creo que necesitamos un libro que diga qué partes de la Biblia se han de leer literalmente, y cuáles no, y que éste sea incuestionable. Un libro que termine con las discrepancias de opinión entre todas las religiones de influencia cristiana (o incluso judía, si me apuras).
Yo quiero una MetaBiblia.
23.10.04
17.10.04
El saber de los tinteros
En el proceso de escribir algo medianamente decente, siempre se pasa por etapas en las que se modifican expresiones, se replantean ideas y hasta se borran párrafos enteros. ¿Y dónde van todas esas cosas que no llegaron al papel, o a la web? Se quedan en el tintero.
Haciendo un ejercicio de imaginación, podríamos desear tener "algo" que nos permitiera rescatar todo eso del olvido del tintero, y ver qué tachó el autor, qué partes se replanteó y qué cambios de última hora hizo. Parte de lo que encontraríamos debería ser, por fuerza, interesante.
Probablemente gran parte del material carecería de interés; reconstrucciones de frases, eliminación de palabras repetidas, y demás vicisitudes puramente lingüísticas. Pero en otro nivel, veríamos la verdadera miga del asunto: las ideas desechadas.
Tendríamos un compendio más o menos desordenado de los pensamientos del autor que podría ayudarnos a comprender no sólo lo que ha escrito, sino cómo el texto ha ido cobrando vida, evolucionando y mutando, de forma análoga a las ideas expresadas en él. Seríamos también capaces de encontrarnos con los patrones de pensamiento y las ideas más veladas del autor en pelota picada, antes de haber pasado por el montón de filtros de autocensura y autocorrección que cada cual se impone.
En definitiva, seríamos capaces de comprender un poco mejor a la persona que escribió aquéllo que nos pareció tan interesante, y en cierto modo acercarnos más a su faceta más íntima, personal y secreta.
Haciendo un ejercicio de imaginación, podríamos desear tener "algo" que nos permitiera rescatar todo eso del olvido del tintero, y ver qué tachó el autor, qué partes se replanteó y qué cambios de última hora hizo. Parte de lo que encontraríamos debería ser, por fuerza, interesante.
Probablemente gran parte del material carecería de interés; reconstrucciones de frases, eliminación de palabras repetidas, y demás vicisitudes puramente lingüísticas. Pero en otro nivel, veríamos la verdadera miga del asunto: las ideas desechadas.
Tendríamos un compendio más o menos desordenado de los pensamientos del autor que podría ayudarnos a comprender no sólo lo que ha escrito, sino cómo el texto ha ido cobrando vida, evolucionando y mutando, de forma análoga a las ideas expresadas en él. Seríamos también capaces de encontrarnos con los patrones de pensamiento y las ideas más veladas del autor en pelota picada, antes de haber pasado por el montón de filtros de autocensura y autocorrección que cada cual se impone.
En definitiva, seríamos capaces de comprender un poco mejor a la persona que escribió aquéllo que nos pareció tan interesante, y en cierto modo acercarnos más a su faceta más íntima, personal y secreta.
14.10.04
Reeve y Sampedro: Punto de Inflexión
Las vidas de Christopher Reeve y Ramón Sampedro no tenían nada en común. Crecieron en lugares completamente distintos, y vivieron vidas completamente dispares. Sin embargo, en la historia de sus vidas hay un punto común: un desgraciado accidente que los deja sin movilidad.
Reeve se pasó la vida luchando por volver a andar; Sampedro dedicó la suya a perseguir a la muerte. No deja de ser tristemente irónico que sólo el segundo consiguiera su objetivo, pero ese no es el fondo de la cuestión de la que me quiero ocupar.
Lo que verdaderamente me sorprende de la complejidad de las acciones y el pensamiento humano es como, tras ese "punto común" que las dos líneas de sus vidas cruzaron, cada uno siguó su dispar camino, y ninguno pareció equivocarse.Y así somos los seres humanos; tan digno es luchar por la vida como renunciar a ella, tomar el dulce pero difícil camino de la muerte como el doloroso pero esperanzador camino de la lucha.
He oido comentar que Reeve invirtió tanto dinero en investigación que la medicina ha conseguido hacer avances importantes; sea como sea, aprovechemos la ocasión para que nuestras reflexiones hagan también su particular avance. El ejercicio mental queda a cargo del lector.
Reeve se pasó la vida luchando por volver a andar; Sampedro dedicó la suya a perseguir a la muerte. No deja de ser tristemente irónico que sólo el segundo consiguiera su objetivo, pero ese no es el fondo de la cuestión de la que me quiero ocupar.
Lo que verdaderamente me sorprende de la complejidad de las acciones y el pensamiento humano es como, tras ese "punto común" que las dos líneas de sus vidas cruzaron, cada uno siguó su dispar camino, y ninguno pareció equivocarse.Y así somos los seres humanos; tan digno es luchar por la vida como renunciar a ella, tomar el dulce pero difícil camino de la muerte como el doloroso pero esperanzador camino de la lucha.
He oido comentar que Reeve invirtió tanto dinero en investigación que la medicina ha conseguido hacer avances importantes; sea como sea, aprovechemos la ocasión para que nuestras reflexiones hagan también su particular avance. El ejercicio mental queda a cargo del lector.
11.10.04
Jokin y yo
Llevo ya unos días dándoles vueltas a viejos recuerdos que se han reavivado con la triste historia de Jokin, el chaval que no pudo soportar el maltrato de sus compañeros.
No quiero ponerme yo ahora en plan víctima, causar sentimientos de lástima por parte de los demás, ni subirme al carro de los mártires para conseguir notoriedad. Pero puedo decir que comprendo a Jokin con más profundidad que otros; al final de algo me ha de servir el haber sufrido humillaciones en el colegio.
Es cierto que a todo el mundo le han hecho sufrir de una manera u otra los compañeros más crueles en el colegio, pero yo tenía el dudoso privilegio de ser uno de los marginados. Quizá es porque era muy buen estudiante, porque nunca jugaba a fútbol y prefería estar con las niñas, porque tenía tendencia a ponerme muy nervioso y gritar con facilidad, porque era débil, o por una combinación explosiva de todos esos motivos.
Sea como sea, no miento si digo que no volvería a pasar por todo eso ni por varios millones de Euros. Es increíble como unos cuantos niños pueden amargarle la infancia a otro, sin que ni los padres ni los profesores puedan hacer demasiado por evitarlo.
Siento una especie de dolorosa identificación con Jokin. Leyendo su historia, es evidente que sufría mucho más de lo que yo lo hice. ¿Hubiera aguantado yo? ¿O me habría ido a tumbarme en la vía del tren y esperar que todo terminase? Sinceramente, no lo sé.
Pero del mismo modo, me hubiera encantado que Jokin viera donde están ahora los que se reían de mí, y donde estoy yo. No es que ellos sean unos fracasados, pero desde luego creo que me he ganado no sólo los méritos sino también la superioridad moral suficientes como para poder reirme silenciosamente de ellos. No me gusta sonar así de duro, pero es lo que siento y eso es más importante que parecer políticamente correcto.
Jokin, es una pena que no hayas podido esperar unos años a conseguir tu victoria sobre la imbecilidad y la mediocridad de los demás, pero espero que estés donde estés llegue el día en que puedas reírte de una vez de quienes tanto te hicieron llorar.
No quiero ponerme yo ahora en plan víctima, causar sentimientos de lástima por parte de los demás, ni subirme al carro de los mártires para conseguir notoriedad. Pero puedo decir que comprendo a Jokin con más profundidad que otros; al final de algo me ha de servir el haber sufrido humillaciones en el colegio.
Es cierto que a todo el mundo le han hecho sufrir de una manera u otra los compañeros más crueles en el colegio, pero yo tenía el dudoso privilegio de ser uno de los marginados. Quizá es porque era muy buen estudiante, porque nunca jugaba a fútbol y prefería estar con las niñas, porque tenía tendencia a ponerme muy nervioso y gritar con facilidad, porque era débil, o por una combinación explosiva de todos esos motivos.
Sea como sea, no miento si digo que no volvería a pasar por todo eso ni por varios millones de Euros. Es increíble como unos cuantos niños pueden amargarle la infancia a otro, sin que ni los padres ni los profesores puedan hacer demasiado por evitarlo.
Siento una especie de dolorosa identificación con Jokin. Leyendo su historia, es evidente que sufría mucho más de lo que yo lo hice. ¿Hubiera aguantado yo? ¿O me habría ido a tumbarme en la vía del tren y esperar que todo terminase? Sinceramente, no lo sé.
Pero del mismo modo, me hubiera encantado que Jokin viera donde están ahora los que se reían de mí, y donde estoy yo. No es que ellos sean unos fracasados, pero desde luego creo que me he ganado no sólo los méritos sino también la superioridad moral suficientes como para poder reirme silenciosamente de ellos. No me gusta sonar así de duro, pero es lo que siento y eso es más importante que parecer políticamente correcto.
Jokin, es una pena que no hayas podido esperar unos años a conseguir tu victoria sobre la imbecilidad y la mediocridad de los demás, pero espero que estés donde estés llegue el día en que puedas reírte de una vez de quienes tanto te hicieron llorar.
6.10.04
Minimalismo
Parece ser que es bastante corriente eso de concederse de vez en cuando alguna licencia, y crear una entrada más o menos friki en el weblog. Yo iba a hacer una entrada minimalista de esas que nadie entiende y todo el mundo comenta...pero me cuesta decidirme por un estilo. Se me ocurren unas cuantas cosas:
Y por último, no puedo resistirme a caer por una vez, y sin que sirva de precedente, en un tópico: Cuando despertó, el post minimalista todavía estaba allí.
- Minimalismo bloguero clásico:"Hoy he escrito mal una palabra. He tomado la goma de borrar, y con un suave movimiento de fricción, la he hecho desaparecer para siempre de mis apuntes." Lo mejor de estas entradas es que no significan nada para el autor, pero reciben miles de interpretaciones de los que comentan
- Minimalismo Haiku:"Un mal septiembre / escribí una entrada / minimalista" Quizá lo más interesante que pueda generar una entrada así es un intenso debate sobre si he contado bien las sílabas, o si no he utilizado los recursos semántico/fonético/sintácticos/vayaustéasaber de los Haikus de calidad.
- Minimalismo Perl: perl -le 's::Just Another Perl Hacker:,s@Perl Hacker@vwxyz!?@ig;y,yv?!zxw,gBregol,,print'. Probablemente asombre a unos y entretenga a otros, pero como entrada en un Blog le falta fuerza.
- Minimalismo Psicotrópico:"El elefante que bajaba las escaleras no sólo me ensució la alfombra, sino que se marchó sin despedirse". La verdad es que se me daría mejor si consumiera algo más que cafeína.
- Minimalismo Lewis Carroll:"El bráculo briscilaba hedentemente, no precandió la insilémina garseuna." Me da a mi que hará gracia a poca gente, aunque la tentación de experimentar es interesante. Si Carroll pudo escribir Jabberwocky y quedarse tan ancho...
Y por último, no puedo resistirme a caer por una vez, y sin que sirva de precedente, en un tópico: Cuando despertó, el post minimalista todavía estaba allí.
3.10.04
Universidad y Status
Hace no tantos años (algo así como "una generación", sea cual sea el significado de la expresión) el ser universitario daba un status envidiable. No todo el mundo podía estudiar, y los que lo hacían se convertían en señores ingenieros, abogados o médicos. El asunto daba prestigio, probablemente porque la universidad no estaba al alcance de todo el mundo.
Hoy en día, cualquiera tiene acceso a la universidad. No voy a entrar en valoraciones acerca de si ese cualquiera se puede interpretar positiva o negativamente (eso daría -o dará- para otra entrada). El caso es que sea cual sea esa valoración, los hechos nos muestran que hemos llegado a una sociedad donde hay una enorme proporción de personas con estudios superiores.
Quizá por eso, vengo observando cierto rechazo creciente hacia los universitarios; o quizá rechazo no es la palabra, pero sí "falta de respeto". Para demasiada gente, los universitarios somos una especie de parásitos sociales.
No hacemos nunca nada, nos pasamos la vida en la cantina jugando al guiñote/mus/[ponga aquí el juego de cartas típico de su facultad], nos gastamos el dinero de nuestros padres y vivimos como reyes.
Ja, ja y ja. Ya es bastante duro pasarte el día entero en la universidad (en CLASE señores, en clase), depender económicamente de tus padres y, para colmo, que tu tiempo libre no sea nunca tuyo, porque siempre deberías estar haciendo algo "para clase" en lugar de estar tomando una cerveza. Encima, tienes que soportar el desprecio hacia lo que haces por parte de personas que jamás han pasado por la misma experiencia, pero que por algún motivo parecen conocerla mejor que tú.
Dejémonos de zarandajas. Este tipo de desprecio suele venir de personas que dejaron los estudios antes de los 16 años, y ¿por qué?. Porque no aguantaron. Simple y llanamente. Así que la próxima vez que uno de estos especímenes desprecie la labor de un universitario, no estará de más utilizar una fórmula sarcástica y ciertamente ácida: "Claro, como tu has hecho dos carreras lo conoces perfectamente. ¿No? Pues te callas".
Hoy en día, cualquiera tiene acceso a la universidad. No voy a entrar en valoraciones acerca de si ese cualquiera se puede interpretar positiva o negativamente (eso daría -o dará- para otra entrada). El caso es que sea cual sea esa valoración, los hechos nos muestran que hemos llegado a una sociedad donde hay una enorme proporción de personas con estudios superiores.
Quizá por eso, vengo observando cierto rechazo creciente hacia los universitarios; o quizá rechazo no es la palabra, pero sí "falta de respeto". Para demasiada gente, los universitarios somos una especie de parásitos sociales.
No hacemos nunca nada, nos pasamos la vida en la cantina jugando al guiñote/mus/[ponga aquí el juego de cartas típico de su facultad], nos gastamos el dinero de nuestros padres y vivimos como reyes.
Ja, ja y ja. Ya es bastante duro pasarte el día entero en la universidad (en CLASE señores, en clase), depender económicamente de tus padres y, para colmo, que tu tiempo libre no sea nunca tuyo, porque siempre deberías estar haciendo algo "para clase" en lugar de estar tomando una cerveza. Encima, tienes que soportar el desprecio hacia lo que haces por parte de personas que jamás han pasado por la misma experiencia, pero que por algún motivo parecen conocerla mejor que tú.
Dejémonos de zarandajas. Este tipo de desprecio suele venir de personas que dejaron los estudios antes de los 16 años, y ¿por qué?. Porque no aguantaron. Simple y llanamente. Así que la próxima vez que uno de estos especímenes desprecie la labor de un universitario, no estará de más utilizar una fórmula sarcástica y ciertamente ácida: "Claro, como tu has hecho dos carreras lo conoces perfectamente. ¿No? Pues te callas".
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