¿Qué es peor que pisar una mierda de perro el viernes por la noche? Pues pisar una mierda de perro el viernes por la noche, salir el sábado con otros zapatos y pisar otra mierda de perro.
No llevo demasiado tiempo en Brest, pero algo me hace sospechar que tiene uno de los mayores índices de mierdas de perro por habitante del mundo. Peor aún, me inquieta la posibilidad de que los informes, malolientes y resbaladizos montoncitos color marrón verdoso no sean precisamente de perro.
Sea como sea, nunca me había fijado en que las suelas de los zapatos tienen recovecos prácticamente inalcanzables, auténticos paraísos para los trozos de mierda resecos que deciden quedarse a hacerte compañía incluso después de que hayas aplicado escrupulosamente agua y jabón. Uno acaba pensando que los diseñadores de suelas de zapatos sienten algún extraño tipo de placer sádico cuando deciden incluir muescas estrechas y redondeadas especialmente difíciles de limpiar: «Joder, el zapato es feo, pero esta suela va a recoger más mierda reseca que ninguna que haya diseñado antes el hombre».
Supongo que la solución provisional pasará por mirar al suelo mientras camino y, por si esto falla, comprar un cepillo.
16.10.05
4.10.05
Es mi opinión
Creo que no me equivoco si digo que nada ha hecho tanto daño a la capacidad de raciocinio del homo sapiens medio como la mal llamada «libertad de opinión», que en realidad no es otra cosa que el relativismo aplicado por imbéciles. Y lo digo con conocimento de causa, porque cada vez más a menudo me veo obligado a retirarme de una discusión insultantemente absurda sólo porque la otra persona considera que la barbaridad que acaba de decir merece respeto por el mero hecho de ser su opinión.
Parece ser que cualquier estupidez supina puede pasar por argumento válido si se la disfraza de opinión, a menos que contradiga alguna conocida ley de la física más elemental. Vamos, que es cierto que nadie da crédito a la opinión de que si salto de un noveno no me voy a hacer daño, pero cuando se entra en terrenos más nebulosos el asunto se complica bastante, y a menudo cuesta hacer entender al otro que sólo con opiniones no se va a ninguna parte.
Lo voy a decir claro: una opinión, desnuda y sin aliño, no vale una mierda; o, dicho de otro modo: una opinión vale, simple y llanamente, lo mismo que los argumentos que la sostienen. Supongo que para que esto empiece a entrar en las cabezotas de nuestros contertulios, es necesario un cambio radical de planteamiento: que, a partir de ahora, ninguna opinión merezca respeto hasta que se lo gane.
Si de verdad nos creemos este razonamiento, si empezamos a exigir y dar razonamientos coherentes, y si empezamos a no escudar nuestra ignorancia en la seguridad de que todo es opinable (especialmente cuando se desconoce el tema por completo) puede que algún día empecemos a aprender cosas en el café, en lugar de pasárnoslo tratando de convencer a los demás de que opinamos que están equivocados y que, por lo tanto, lo están.
PD: Eso sí, es un hecho que Idaira desafina, y por lo tanto no merece estar en la Academia. He dicho.
Parece ser que cualquier estupidez supina puede pasar por argumento válido si se la disfraza de opinión, a menos que contradiga alguna conocida ley de la física más elemental. Vamos, que es cierto que nadie da crédito a la opinión de que si salto de un noveno no me voy a hacer daño, pero cuando se entra en terrenos más nebulosos el asunto se complica bastante, y a menudo cuesta hacer entender al otro que sólo con opiniones no se va a ninguna parte.
Lo voy a decir claro: una opinión, desnuda y sin aliño, no vale una mierda; o, dicho de otro modo: una opinión vale, simple y llanamente, lo mismo que los argumentos que la sostienen. Supongo que para que esto empiece a entrar en las cabezotas de nuestros contertulios, es necesario un cambio radical de planteamiento: que, a partir de ahora, ninguna opinión merezca respeto hasta que se lo gane.
Si de verdad nos creemos este razonamiento, si empezamos a exigir y dar razonamientos coherentes, y si empezamos a no escudar nuestra ignorancia en la seguridad de que todo es opinable (especialmente cuando se desconoce el tema por completo) puede que algún día empecemos a aprender cosas en el café, en lugar de pasárnoslo tratando de convencer a los demás de que opinamos que están equivocados y que, por lo tanto, lo están.
PD: Eso sí, es un hecho que Idaira desafina, y por lo tanto no merece estar en la Academia. He dicho.
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