17.3.05

Terapia de choque

Saltando de enlace en enlace he llegado hasta esta colección de chicos haciendo cosas que habitualmente no vemos por la calle; que nadie siga leyendo sin echarle un vistazo, por favor.

Por desgracia, habrá quien se ofenderá por el contenido. Bienvenidos al siglo XXI.

16.3.05

Microencuentros

#1
–¿Estudias, trabajas, robas a los ricos para dárselo a los pobres?
–Sí, en ese orden.

#2
–Si no dejas que te la chupe, gritaré y te denunciarán por pederasta.

#3
–¿Cortado con mucha leche?
–Sí, soy yo.

#4
–Si no fuera autista te acompañaría en el sentimiento, así que acepta mis disculpas.

#5
–Vaya, lo siento. Le aseguro que es la última vez que le atropello con el camión.

14.3.05

Musas

Hay quien dice que ama a sus musas; que son delicados seres de cabellos rubios y mejillas sonrosadas que llegan hasta uno tocando el arpa y generosamente le inspiran las más bellas metáforas y las mejores historias: estrellas fugaces, desamores imposibles, genios en botellas de tequila.

Yo, por el contrario, pienso que son unas hijas de puta; abyectos engendros ególatras de lengua bífida y piel azulada que te muerden el cuello en el peor momento, con cualquier excusa: una idea original en la ducha, una frase ingeniosa conduciendo, un haiku mientras te limpias el culo. Hay que joderse.

La musa que más detesto, la de las amargas críticas, siempre se va de copas justo cuando intento escribir algo, y en ocasiones hasta tiene la desfachatez de llamar para decirme que no la espere despierto. Después, llega cuando estoy en la cama y me desvela contándome batallitas que sabe que al día siguiente habré olvidado por completo.

La musa de los microcuentos es más benévola, aunque menos predecible. Le gusta entrometerse en algunas de mis conversaciones, susurrándome historias al oído y, de rebote, rompiendo el ritmo de la charla. Lo que sí me gusta de esta musa es que casi nunca me encuentra medio dormido, así que aprovecho bien sus visitas.

Después hay otras musas, las más numerosas y malvadas: la de la prosa poética, la de las melodías, la de las idas de olla... Todas me maltratan del mismo modo: vienen, me roban la tarde, y me dejan un montón de pedazos por juntar. Lo peor es que los pedazos nunca encajan del todo.

No hace falta decir que las odio a muerte. Y que amo la delicada egolatría, las suaves lenguas dobles y las azuladas escamas brillantes con que me seducen. Benditas fulanas de la creatividad.

7.3.05

[Microcuento] ¡Brrroooummm!

Miró hacia la izquierda, y lo último que escuchó fue el efecto Doppler del autobús rojo que lo atropellaba.

1.3.05

[Microcuento] Nimiedades

–Te quiero –dijo, con esa mirada bobalicona y alegre de los enamorados, mientras le tomaba de la mano– más que a nada en el mundo. Te necesito cerca, y mi vida sin tí no tendría sentido.

–Pues mi amor por ti es tan nimio que no encuentro palabras para expresarlo –contestó, apartando la vista y tragándose un suspiro.

Y los dos quedaron satisfechos.