18.5.05

Felicidad y menudencias

Pedro Cid se preguntaba hace nada en su blog en qué consistirá exactamente la felicidad, y de qué forma nos podemos acercar a ella. Y yo, cuantas más vueltas le doy, más claro tengo que si no somos capaces de encontrar las respuestas es porque en realidad todo es extraordinariamente sencillo y transparente.

Hace algo más de dos mil años, el hijo de un carpintero revolucionó las ideas filosóficas de sus compatriotas judíos, siendo el primero que se atrevió a decir que la felicidad sólo se consigue cuando se regala, y que para llenar el corazón hace falta entregarlo a los demás. Y ya está.

Aún hoy se escriben montones de libros de autoayuda, y muchos recogen precisamente esas ideas y las convierten en un best-seller. Pero lo verdaderamente maravilloso es que no hace falta leer doscientas páginas de escritura descuidada, ni memorizar las siete claves del éxito, ni aprender complejos patrones de comportamiento que nos acerquen a la tan ansiada felicidad.

En realidad, todo lo que se necesita es vencer las dos patologías más extendidas del mundo occidental: el miedo y la vergüenza. Si lo conseguimos, nos atreveremos a decirle a ese compañero cuánto valoramos su amistad, a llevarle a esa amiga una copia enmarcada de aquella foto que nos hicimos en la discoteca a las cinco de la mañana, o a agradecerles a nuestros padres que hayan trabajado tanto para que llegásemos a ser quienes somos.

Y es que el secreto está en cuidar los gestos pequeños: si cada día hacemos sonreír a una persona, poco a poco veremos cómo los demás vencen sus propios miedos y nos devuelven, con creces, todo lo que hemos dado por ellos. El resto de cosas que el alma de cada uno necesita (esa novia, esa autoestima perdida, ese sentirse valorado y querido) vendrán, como ya dijo aquél célebre hijo de carpintero, por añadidura.

17.5.05

[Microcuento] El unicornio azul

Mientras se abrazaban desnudos en el sofá, le dijo que lo consideraba su unicornio azul, como en aquella canción de Silvio. Disimulando la emoción, él le mordisqueó suavemente la nariz y entre risas le contestó que lo bonito de las metáforas es, precisamente, no tener que explicarlas.

Mientras Chuck Norris anunciaba un aparato de gimnasia en la teletienda, siguieron besándose en silencio; y es que los unicornios azules aman con pasión las cosas extraordinarias que se esconden en las situaciones normales y corrientes.

10.5.05

Las parejas invisibles

Las parejas invisibles deambulan por las ciudades mucho más a menudo de lo que la gente cree: pasean por el centro, miran escaparates, o se toman un cortado y una cocacola en cualquier cafetería. Todo el mundo las ha visto mil veces sin saberlo, y pensó que eran sólo dos chicos, o dos chicas, que habían salido a dar una vuelta.

Son parejas que en la calle no se dan la mano, ni se besan, y que incluso evitan las miradas de complicidad que inconscientemente comparten todos los enamorados. Luego, por fin a solas, los miedos quedan del otro lado de la ventana y sus cuerpos expresan todos los sentimientos que han estado conteniendo durante horas.

La peor discriminación es la que se produce no por falta de derechos, sino por la incapacidad de ejercerlos. Y, en este caso, el miedo a las miradas reprobatorias, a los cuchicheos mal disimulados o incluso a la violencia física es el mayor impedimento para hacer uso de una libertad que demasiado a menudo se da por supuesta pero no se garantiza.

Lo más curioso de las parejas invisibles es que sucede como con los elefantes rosas: una vez te las mencionan, no puedes no pensar en ellas. Es posible que haya quien después de leer esto las vea por todas partes y, de repente, descubra que la invisibilidad surge a partes iguales de quien ve y de quien es visto.

Al menos, me queda la esperanza de que si todos proclamamos su existencia, quizá la ciudad se vaya acostumbrando a encontrarlas, para finalmente aburrirse de verlas besarse. Sólo entonces estas parejas podrán volver a ser, como todo el mundo, felizmente invisibles.

6.5.05

[Audioentrada] Ya ves

A menudo me siento aquí delante, cojo la guitarra y le canto al aire las mismas canciones que cuando tengo ocasión dedico a mis amigos. Por unos instantes, secuestro una canción de Ismael Serrano, Silvio Rodríguez, Pedro Guerra o incluso Daniel Higiénico, y mientras acaricio estas seis cuerdas que tantas satisfacciones me han dado, la hago mía y al mismo tiempo le regalo una parte de mí.

Como todos los músicos, yo también soy un poco vanidoso, y, después de hacer mil y una pruebas, he conseguido una grabación casera medianamente aceptable de una canción que puedo enseñar al mundo entero con cierto orgullo contenido. Con sólo el micro integrado del portátil, una grabación sin retoques y una tubería de
Gstreamer para pasar a mp3, me las he apañado para ofreceros mi particular versión de «Ya ves», de Ismael Serrano:

«Ya ves», interpretado por Daniel Ripollés

El mp3 ocupa casi 9 megas, pero como el ancho de banda de bajada hoy en día suele ser bastante grande, supongo que no será un gran problema.

Como curiosidad, resaltar que cuando Ismael canta en femenino yo lo hago en masculino; rarezas que tiene uno.

Por supuesto, el fichero de audio que ofrezco no es más que mi interpretación personal (y sin ánimo de lucro) de una obra de un artista al que admiro y respeto. Por si las moscas :)

5.5.05

* Eru quita el modo +Apático

La parte buena de que todo te dé igual es que todo te da igual, por lo que no has de preocuparte demasiado; la parte mala es que siempre hay algo que no te da igual y te acaba jodiendo la aparente felicidad Zen en la que te encuentras.

Cuando te das cuenta de que te acuestas a las cinco de la madrugada sin haber hecho nada productivo, de que podrías levantarte más pronto pero no tienes ninguna motivación que te empuje a hacer el esfuerzo y de que cada vez te cuesta más enfrentarte a los problemillas cotidianos, decides que es el momento de parar, mirarse al espejo y decidirse a arreglar las cosas.

Acostarme algo más pronto, dormir siete horas, ponerme a muerte con el compilador; parece una tontería pero ir haciendo cosas como esas me están ayudando a sentirme mejor; y cómo no, escribir entra dentro de esa categoría.

Vamos, que estoy de vuelta; que no me he muerto, que sigo con ganas de criticar al universo en general (y al mundo en particular), de escribir las historias que pasan por mi enfermiza cabezota, e incluso de torturar al mundo con mis producciones musicales (ehem).

Permanezcan atentos a sus pantallas.

PD: Comentaba el colega Peralta que estaría bien que la gente del Planet diéramos las IDs de Jabber y tal. Invitados estáis a charlar conmigo:

JID: ripolles arrobita aditel puntito org