6.4.05

Más papistas que el Papa

Vale que se muera una de las personalidades más reconocidas en todo el mundo, cabeza visible de la Iglesia Católica e influyente donde las haya. Vale que se le hagan homenajes, que se recuerden los momentos más destacados de su vida, y que se alaben sus (parece ser) innumerables cualidades.

Pero ya está bien. Decían hoy en la radio que por la capilla ardiente pasan unas trescientas personas por minuto; que se están fletando aviones, autobuses; que la Plaza de San Pedro está abarrotada y llena de cantos, de rezos, de minutos de silencio y hasta de llantos desconsolados.

De todo este circo, lo primero que me llama la atención es, curiosamente, una triquiñuela bien conocida: para convertirse en la mejor persona del mundo, no hay nada como morirse. De repente, la memoria colectiva sufre una especie de colapso y nadie se acuerda del Papa que rechazó en plano los métodos anticonceptivos, del impulsor de la repugnante doble moral eclesiástica de amar a los homosexuales y aborrecer sus relaciones, del que ha llevado a lo más alto a polémicos grupos ultraconservadores como el Opus Dei.

Otra cosa que, en cierto modo, me ha hecho tirarme de los pelos por bastante tiempo, ha sido la hipocresía de los medios de comunicación en los últimos meses con respecto a la salud del pontífice. Todas las televisiones hablando de la buena salud del Papa, y él mientras tanto asfixiándose y mostrando evidentes signos de decrepitud.

Eso sí, de la cabeza estaba perfecto; me gustaría ver a quien dijo eso con parkinson, dificultades respiratorias y achaques varios tratando de hacer algo tan tonto como la lista de la compra. Eso sí el señor Karol tenía tal fortaleza mental que era capaz de llevar las riendas de la Iglesia aun en su estado semicomatoso; supongo que ya tendría quien le aconsejara, o –quizá mejor dicho– quien decidiera por él.

Respiremos hondo, y demos un paso adelante; no construyamos becerros de oro endiosando a nadie y aprendamos a pasar las páginas del libro de la historia. Y a Karol, que Dios lo tenga en su Gloria porque, con más o menos acierto, es innegable que lo dio todo.